A. Las personalidades borderline no presentan el retorno sintomático y cifrado de lo reprimido, sino más bien políticas de goce asexuado –ligadas a prácticas autoeróticas y adictivas– desvinculadas de una genuina relación con el Otro. El inconsciente forcluido, desligado de las representaciones simbólicas, se configura como un entramado de agujeros en la textura significante, los que son ocupados por somatizaciones o actuaciones.

B. Estas personalidades borderline o como si evidencian un verdadero colapso transferencial, dado que el deseo es reemplazado por un circuito pulsional cerrado, que reverbera sobre los objetos adictivos de goce, anclado en un cuerpo desubjetivado. Se trata de una clínica del exceso de goce y del pasaje al acto, signada por la irrupción del tiempo maníaco del acting como modo de calmar la angustia innominada.